sexto domingo de Pascua (Fr. Francis)

by | May 16, 2020

Hoy es el sexto domingo de Pascua. Al acercarse la fiesta de Pentecostés, la Iglesia nos invita a celebrar la llegada del abogado. Ella nos llama a celebrar el espíritu de la verdad que nos fortalece en la proclamación de las buena noticia. El mensaje que llevamos no es falso, más bien, proviene del abogado.

La primera lectura es una continuación de los sinceros esfuerzos de los discípulos de Cristo a dar testimonio al Señor resucitado. A través de sus esfuerzos, los Samaritanos recibieron sus sacramentos de bautismo y confirmación. En este día, Pedro realiza su función episcopal por imponer las manos sobre los nuevos conversos.

Felipe ya había bautizado a estos nuevos conversos. ¿Por qué no los confirmó? ¿Por qué era necesario que Pedro y Juan viajar esa distancia, para imponer las manos, (o confirmar) los nuevos conversos ya bautizados por Felipe? La comprensión de nuestro Catecismo Católico es muy importante aquí.

Lo que Felipe hizo por invitar a Pedro (el pastor principal de los apóstoles), fuera en consonancia con la doctrina de la iglesia sobre la confirmación: “El ministro ordinario del sacramento de la confirmación es el obispo. Si surge la necesidad, él puede conceder la facultad a los sacerdotes, aunque es apropiado que él lo confiere a sí mismo teniendo en cuenta que la celebración de la confirmación ha sido separada temporalmente de bautismo por ello. Los Obispos son los sucesores de los apóstoles”(CIC 1312).

Los Samaritanos necesitan el Espíritu Santo tanto como lo necesitamos hoy, porque, es el Espíritu Santo que fortalece y hace a uno un verdadero soldado de Cristo (CIC1303-5). Él nos ayuda a dar testimonio de la verdad sin temor: “No han recibido el espíritu de timidez, sino el espíritu de la filiación.” El espíritu testimonia que somos hijos de Dios (Ro 8:15-16). Es, este mismo espíritu que resucitó a Cristo, que da vida a nuestro cuerpo mortal (Ro 8:11). Como el principal agente de evangelización, se confirma la verdad que predicamos.

En la segunda lectura, Pedro nos animó a tener reverencia a Cristo. Además, amonestó a tratar con respeto, incluso aquellos que desprecian el evangelio que predicamos. Por lo tanto, él nos recuerda el poder de la animación del Espíritu Santo en la vida de Cristo: “En el cuerpo fue puesto a la muerte, en el espíritu resucitó a la vida.” Es el mismo espíritu que levantó a Jesús que nos sostiene en la verdad. Esto significa que una vez que el espíritu de Dios venga sobre nosotros, nos convertimos activas para Cristo, porque: “lo que da vida es el espíritu de Dios (Juan 6:63).

Como hace falta un par de semanas de Pentecostés, en el Evangelio de hoy, Jesús nos promete el Espíritu Santo, el defensor. Sin embargo, se da una condición para recibir el Espiritu Santo, nuestro abogado: “Si me aman guardaran mis mandamientos.” Cuando hacemos esto, Cristo añade: “voy a pedir al padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre, ese espíritu de la verdad. Yo no les dejaré a huérfanos.”

¿Qué es este mandamiento que debemos tener para recibir el espíritu de verdad? Es: “vayan al todo mundo y predican la buena nueva a toda la creación (Mc 16:15). Además, es, cumplir el mandamiento de amar a Dios y a nuestro prójimo (Lucas 10:25-27). Cuando hacemos esto, sin duda estamos predicando la buena noticia de verdad. El abogado llega y nos fortalece en el camino de verdad. También él vendrá a confirmar que, de verdad, somos hijos de Dios. Por lo tanto, oremos: Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la tierra, Aleluya.

Amen.

Fr. A. Francis HGN