Mis queridos hermanos en Cristo,
Te deseo una muy feliz Solemnidad de Corpus Christi o como decimos ahora el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este día de gran fiesta parroquias en todo el mundo llevan nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía en procesiones en las calles, como hicieron los apóstoles y los discípulos el día de Pentecostés después de recibir el Espíritu Santo. Me rompe el corazón leer que en muchos lugares el 60% ó dos de cada tres católicos no creen en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. ¿Cómo puede ser? Nuestra fe y el santo sacrificio de la Misa se centran en celebrar esta verdad revelada. En cada Misa escuchamos la revelación del amor de Dios para nosotros en la Sagrada Escritura a lo largo de la historia desde la promesa de un Salvador a Adán y Eva, la promesa de bendecir al mundo por medio de los hijos de Abraham y Sara, la liberación de Israel de Egipto a través de Moisés, hasta los profetas y reyes. Los sacerdotes hacemos nuestro mejor esfuerzo para explicar las lecturas y el Evangelio de Jesucristo. Hacemos conexiones con la vida cotidiana y alentamos nuestros rebaños a que personalmente encuentren la plenitud del amor de Dios en Cristo Jesús.
¿Por qué esos costosos ornamentos y cálices, velas, incienso, y los signos de reverencia como a un rey de rodillas y genuflexión? Sí, incluso hoy en día, cuando hay un tabernáculo presente debemos hacer una genuflexión antes de entrar a nuestra banca y arrodillarnos para ponernos en oración y prepararnos para la Misa. ¿Qué es diferente al entrar en la iglesia, estamos con nuestros amigos? La gracia de Dios nos llama a venir a Misa y la tradición católica nos da signos físicos que señalan nuestro encuentro con el Santo. Al acercamos a la iglesia, vemos una cruz y al entrar en el vestíbulo entramos a un espacio más tranquilo, antes de entrar al espacio de adoración, donde damos culto. Las estatuas, pinturas y vidrieras nos recuerdan las vidas de Jesús, el cordero de Dios, la Santísima Virgen María y los Santos cuyas vidas nos demuestran que simples seres humanos pueden vivir vidas de amor extraordinario. Al arrodillamos en oración vemos la luz de la presencia recordándonos que hagamos una genuflexión o inclinación antes de entrar a nuestro banco, porque el hijo de Dios, Cristo Rey está presente ante nosotros. Esto es muy parecido a una sinagoga judía, que también tiene una luz de presencia cerca de los pergaminos de la Sagrada Escritura para recordarle al pueblo judío que los pergaminos son la Palabra de Dios viva. Nosotros, sin embargo, no tenemos una señal del amor de Dios, sino la presencia real de Cristo Rey en nuestro tabernáculo.
La presencia de Dios es la razón por la que bajamos nuestras voces, hacemos genuflexión o inclinación. Las mujeres cubren sus cabezas con una mantilla y nos vestimos con nuestras “mejores ropas”. Antes de la Misa, debemos pensar que venimos delante de Dios, Santo-Santo-Santo. Usamos lo mejor para Cristo Rey, no para atraer la atención, o mostrar nuestros cuerpos esperando atraer un marido o mujer. Sí, la Misa es un gran lugar para encontrar amistades y un esposo/a fiel, pero el plan de Dios es atraer el amor a través de la belleza, santidad y modestia, no vistiendo inmodesta y reveladoramente. La humildad debería ser la respuesta a la santidad, como cuando se le dijo a Moisés que se quitara los zapatos en tierra santa. En la iglesia estamos en tierra santa ante el mismo Dios, así que debemos mostrar reverencia a la santidad de Dios que desea bendecirnos y santificarnos, para que podemos traer su paz y su amor a las calles, nuestras escuelas, nuestros hogares y nuestros lugares de trabajo.
¿Sabes por qué el sacerdote utiliza un velo para sostener la custodia? Uso el velo para enfatizar que es Jesús quien da la bendición. Pronto hará calor, así que por favor recuerde vestirse reverentemente: usar shorts, faldas cortas y partes del cuerpo descubiertas no son apropiados ante de Dios.
Su siervo en Cristo, Padre Pablo