Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Utilizo este saludo, porque quiero hacer hincapié de que somos hermanos necesitados de salvación. Hay una gran decepción al pensar en altas expectativas como el odio o la expectativa de que uno debe ser perfecto. La Iglesia nos invita a la excelencia y santidad para inspirarnos a tener fe para que podamos alcanzar la grandeza. ¿Cómo puedo yo, un pobre sacerdote pecador que necesita misericordia, esperar que otros sean perfectos? Yo no puedo. Camino a tu lado como un ser humano imperfecto.

Poco a poco intentamos ser como Cristo, superando las fallas que nos impiden ser lo mejor que podemos ser. Ser Párroco significa ser un pastor que da su vida por las ovejas. Jesús nos dio los Sacramentos, porque sabía que pecaríamos y sufriríamos emocional, física y espiritualmente. Los Sacramentos nos hacen santos y curan nuestras debilidades. Cuando se siente enojado por una homilía o enseñanza de la Iglesia es necesario tener en cuenta cómo esto expresa amor. Como Párroco, quiero ayudarte a llegar al cielo y ayudarte a resolver tus dificultades con la Iglesia. La salvación de las almas es mi prioridad y quiero hacerte a Cristo presente. Si le he hecho daño a alguien en mi predicación de la enseñanza de la Iglesia, tengo compasión por ti y quiero ayudarte. Reflexionar sobre la primera  homilía del Papa emérito Benedicto XVI como obispo de Roma puede ayudarte:

La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores…. La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: “Yo soy el buen pastor… Yo doy mi vida por las ovejas”, dice Jesús de sí mismo (Jn 10, 14). ¡No es poder, pero el amor que nos redime! Esto es señal de Dios: él mismo es amor…”

Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. “Apacienta mis ovejas”, dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el Santísimo Sacramento“.  

El engaño, nos invita a disentir de la doctrina de la Iglesia, negar el pecado, evitar la misericordia de Dios en la confesión y nos separa de la Eucaristía. El engaño nos hace sentirnos cómodos con los deseos inmorales y prefiere opiniones personales sobre la enseñanza de la Iglesia. Mi obligación es tanto amar a cada persona como enseñar verdades difíciles. Si te enamoras de Jesús, deseas agradar a Dios en todas las cosas y rendirte al Padre, que es amor. Sin amor, es imposible entender el camino estrecho a Jesús como la única manera de plenitud y gozo verdadero. Mi deseo es ayudar a cada persona a encontrar el amor de Cristo y el objetivo de mi predicación es revelar a Jesús como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Su siervo en Cristo, Padre Paul